La ciencia en la reproducción.-

 

El saber “enjaulado” en la producción. Y el saber “enjaulado” en la reproducción.

            Los saberes de la ciencia controlados y administrados directamente por el capital en los procesos de producción.

            Y los saberes y la ciencia controlados y administrados por el aparato institucional, y por tanto, en forma indirecta por los directores y amos de la producción.

            Los conocimientos y habilidades (categorías, perfiles, niveles) exigidas por los empresarios para ocupar un puesto de trabajo en la empresa.

            Los conocimientos y habilidades acreditados y certificados para poder ocupar cada uno de los escalones de las “carreras” por las que se sube en los aparatos institucionales.

            Los amos en la producción imponen directamente el sentido y los límites de los saberes útiles.

            Los aparatos reproductores de la producción y del conjunto de la sociedad, reciben como una guía estos mandatos de los amos de la producción; si los interpretan bien, su labor será reconocida; en caso contrario, serán sustituidos por otros más eficaces.

            En un sistema así, la llamada “movilidad social” significa la posibilidad teórica de recorrer estos pasillos que los amos establecen. Una cosa similar, parecida, significa el llamado “principio de igualdad de oportunidades”.

            Si la cultura es el cultivo de la inteligencia crítica; en una estructura como ésta, las instituciones, soporte de cualquier conocimiento, actuarán como  moldes a los que deberá ajustarse ésta. La pretendida libertad de pensamiento queda sometida a esta doble criba: económica e institucional. Los liberales, no obstante, quedarán contentos; en el ámbito individual tu pensamiento es libre, y lo podrás comunicar a tus vecinos.

            En una estructura así, los liberales cantan la llegada de “la sociedad del conocimiento”, donde pretendidamente el estudio (practicable por cualquier individuo), será el que asignará a cada uno su puesto en la sociedad. Sin explicar que los caminos para circular por la sociedad vienen ya señalados en la forma que hemos visto.

            Son los inventos de los liberales, los representantes políticos de los amos. Seguidos, todo hay que decirlo, con el mismo entusiasmo, por los socialdemócratas.

            En semejante ordenación (distribución de papeles) de los conocimientos y habilidades, tanto en la producción, como en los aparatos reproductores institucionales, acaban estos señores de descubrir “el capital humano”. ¿Qué querrá decir semejante expresión? No deben sentirse tranquilos con el hecho de que los obreros piensen que el capital son los medios materiales con que trabajan, y que, naturalmente, les son ajenos. Esto les deja incómodos. Será mejor decir que ellos, los obreros, también tienen “su capitalito”. No es como el otro, no es material, es personal, es incluso más bonito que el otro. El otro son máquinas y materiales, éste es el conocimiento. ¡Qué hermoso! Va a resultar ahora que el empresario dispone de tres capitales: el suyo material (digamos el de toda la vida), el capital humano de sus obreros, y el capital humano de su propia persona (capital también humano, claro). ¡No está mal!

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